Saturday, March 06, 2010

Política vs Moral: la escasez de memoria y de capacidad de atención son determinantes

El ser humano no es capaz de recordar mucha información con una mínima precisión ni es capaz de prestar atención a algo durante mucho tiempo ni a muchas cosas simultáneamente.

Dicen las consultoras especializadas en grandes superficies que los compradores apenas son capaces de recordar el precio de 9 productos: así, la identificación de esos 9 memorables se ha convertido en el máximo objeto del deseo de los alquimistas contemporáneos.

En la misma línea, se valora a los profesionales capaces de multi-tasking o se critica a los Presidentes incapaces de pensar y mascar chicle al mismo tiempo.

Y, aunque a primera vista recordar solo 9 productos parece reflejar nuestra limitadísima capacidad de memoria, lo cierto es que ésta es aún más escasa de lo que ese número parece reflejar, pues no hemos de olvidar que, en el ejemplo, se trata de productos que se compran con mucha regularidad, a menudo siempre los mismos y en el mismo lugar.

Vaya por delante que, desde la primera vez que tuve noticia de lo que acabo de decir, no pude dejar de relacionarla con la lista de los 10 pecados capitales, que además, recordemos, podían resumirse en 2.

Sin embargo, hoy (puede que antes también) la vida es muy compleja, llena de facetas, a menudo holográficas.

Por eso, la moral, que lo supo siempre, se aproximó al hombre con pocas reglas, buenas o malas, pero pocas: los católicos llegaron a dejarlas en dos, no más. Esa voluntad acredita congruencia entre lo que se dice y lo que se pretende.

Pero la política, que también lo supo siempre, ha degenerado hasta llegar hoy a la conclusión contraria: como todo se va a olvidar rápidamente y la gente apenas puede prestar atención a un par de cosas, vamos a diariamente atiborrarles de mensajes (con sus correspondientes normas) y a distraerles con numerosos paisajes; así, distraídos primariamente con fútbol y sexo -frecuentemente pura fantasía ilusoria en ambos casos- solo les quedará limitadísima capacidad para atender otras cosas, que serán con las que conveniente y tempestivamente les engatusaremos.

Esto refleja una expresa y decidida voluntad de engañar aviesamente (hay engaños benevolentes), de presumir de lo que se carece, de hacer justo lo contrario de lo que se dice -en realidad, alguien en algún momento lo habrá dicho, pero la atención se habrá desviado consciente y planificadamente a otro lugar.

Por eso, solo la AI (que no es Amnistía Internacional, sino esto) podrá salvarnos de nosotros mismos.

Por eso, nuestra esperanza solo puede estar en La Singularidad, ese momento en que los humanos transcenderemos nuestra biología.

Pero, mientras llega, hacia el 2035 según Kurzweil, solo nos queda impulsar la moral, imponer y anteponer la moral a la política, o ésta nos impedirá llegar a la esperada Transcendencia Singular.

Y, otra cosa, el valor de la democracia no está en eso de una persona un voto, sino en algo complementario y consustancial, no siempre (o apenas) presente: la limitación de mandatos, a todos los niveles.

Y, una más, ya dicha en este blog en más de una ocasión: en una democracia avanzada la inamovilidad del juez debe completarse con la imposibilidad de que pueda estar mucho tiempo en la misma silla: no creo que más de 8 años, y aún menos cuando se trate de tribunales especializados o atractivos o con jurisdicción sobre pequeñas poblaciones.

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