Siempre me han interesado los pueblos primitivos, las culturas en grave peligro de extinción.
Un impulso que, en el verano de 1994, me llevó a emprender mi primer viaje al Alto Orinoco, para visitar a los Yanomami, el mayor grupo indígena del planeta que vive, ajeno a nuestra civilización, a lo largo de la frontera, entre Venezuela y Brasil.