Sunday, December 06, 2009

Do it!, en casa de Olivia

Para celebrar los Javieres, nada que ver con el catecumenado, Javier y Cristina nos invitan a su casa.

Nos recibe la bellísima Olivia con su cariño y alegría tradicionales, cocodrilo incluido.

Al asomarnos a ver las plantas que Cristina había ido a comprar a Casla para tener la casa bonita, que el frío había acabado con las anteriores, todavía pudimos admirar la preciosa vista que tienen de los tejados de Madrid, mirando desde Mejía Lequerica hacia la Gran Vía, por encima de Chueca y Hortaleza, que destacaban en esta mañana gris pero de cielo espectacular, como a menudo nos regala esta ciudad.

Tiran el mercado de Barceló y parece que el nuevo subirá de vuelo y la vista dejará de serlo. Javier, probablemente con acierto, sostiene que por poco dinero podían haber reformado y adaptado el edificio semimodernista actual, en lugar de tirarlo todo, que seguro que lo nuevo queda en adefesio y cuesta un pastón.

Mientras Cristina fue de plantas Javier nos preparaba una deliciosa comida, que luego disfrutamos: judías de Tolosa de rechupete, hacía siglos que no las comía tan buenas, pintada al oporto inigualable y pastel de patata y cebolla con un poco de huevo, con un cuvée riojano y otro vino avileño, con cuerpo, frescos y bien ajustados.

De aperitivo un espléndido chorizo fresco pamplonica, y de postre unos quesos bien gustosos (sí, ya sé que no son muy saludables, pero oyes tú) con un delicado vino tinto dulce francés, de la tercera zona de vinos dulces, la que no es ni Sauternes ni Durançon, la otra. Todo muy navarrico y afrancesado, que por algo volvían de ver a Jordi, el hermano herido y operado de rodilla.

Además de comer y beber así de bien, para despedirme me regaló el libro de la foto, Do it!, escenarios de la revolución, de Jerry Rubin.

Tiene muchas virtudes el libro de Rubin, diseñado por Quentin Fiore, éste bauhausista de pro.

Empezando por algo ajeno a Jerry, la proclama inicial de la editorial española que ahora lo publica, algo así como su anuncio fundador:
Blackie era una perrita bastante fea,
bastante apestosa, bastante ciega y bastante sorda.
Murió a los 17 años, bastante suicida.
Blackie Books es un homenaje a ese animal [no humano]
y a la palabra 'bastante'.

Rubin te cuenta peculiares cosas, acompañadas de muchas fotos peculiares peculiarmente presentadas y de algunas viñetas que si no son de Crumb se le parecen mucho (en homenaje a Umbral declaro que no me voy a levantar a comprobarlo).

Lo esencial es que exhibe una perspicacia y claridad de ideas tan apuballantes que se puede permitir ser conciso y claro: extraordinariamente conciso y claro, confirmando el principio de que quien de verdad entiende algo te lo puede contar en muy pocas palabras (el rollo se ha de dejar para las plúmbeas tesis doctorales españolas).

Coincide con Susan, casi de su misma edad, en que la gran revolución moderna la trajo la pelvis de Elvis, con su corolario: la radio del coche y las aventuras en el asiento de atrás, del coche también, claro.

Judío de Cincinnati, hijo de un sindicalista, a quien le caía bien Jimmy Hoffa, como a él mismo, Jerry Rubin, huérfano desde los 19, revolucionario amerikano (sigo su grafía), adiestrado por el Che cuando visita Cuba, tras pasar dos años con su hermano pequeño en un kibutz a las afueras de Tel-Aviv, es uno del grupo de los 8 que quisieron reventar la Convención demócrata de Chicago en el '68 con eso de las protestas contra la guerra de Vietnam.

Entre delirios de colocón se inventó con Abbie Hoffman el Partido internacional de la Juventud, los Yippis, fusión de hippy y comunismo.

Lo de los Yippies nos lo cuenta así:
Fumamos mucha hierba para poder abordar el problema lógicamente:
Es una revolución juvenil
Y de Youth
Es una revolución internacional
I de international
Es gente que intenta llevar significado, diversión, éxtasis a sus vidas: una fiesta
P de Party
¿Qué nos sale?
Youth International Party
Paul Krassner se puso en pie de un salto y gritó:
-¡YIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIPPIEEEE! ¡Somos yippies!
Había nacido un movimiento.
A sus panfletos originales los llamaron los YIPL o Youth International Party Line.

La época en Estados Unidos fue fascinante. Y este tipo debió serlo también, al margen de sembrar una semilla cuya cosecha aún sufrimos y de la que aún pagamos sus consecuencias y enseñanzas, diseminadas con mucho menos arte y propósito pero con el mismo devastador efecto.

Su 'k' ha hecho fortuna y hoy sigue representando lo mismo que entonces.

En cualquier caso, casi todo el libro está lleno de hallazgos y ya lo estoy disfrutando con delectación.

En la editorial dicen que Jerry quiere conocer tu opinión sobre su libro (en jerry@blackiebooks.org), por más que yo no sé si esto no es una coña de Jan Martí, el niño barcelonés que ahora se ha inventado o resucitado la Blackie Books, de estética en todo caso cojonuda, pues Jerry, que nació en 1938, murió joven, como sus papás, en 1994 (Javier lo cree vivo, pero en esto no tiene razón): pero tampoco lo afirmo, lo de la coña, claro, que a lo mejor la muerte no es obstáculo a la comunicación.

Do it! se publica originalmente a comienzos de 1970, tras acabar el juicio en el que le acusaron de lo de Chicago.

Así comienza su capítulo 24.
Desde luego, Do it! me ha recordado el Just do it! de Nike, y no solo por las letras, sobre todo por la abundancia circundante (opulencia, dice Jerry) que requiere su existencia y por las actitudes que ambos evocan e invocan, o quieren evocar e invocar, y, claro, tendría sentido que éstos se hubieran inspirado en aquél.

Y ambos me han recordado a mi abuela Teresa, tan conservadora como Rubin aparentemente revolucionario y Nike aparentemente juvenil, cuando me aconsejaba: ¡tú hazlo! que la vida vuela ... por supuesto, el qué daba igual.

Y para colmo, sabiendo de mis inclinaciones pro israelíes, antes de irnos a dormir la siesta Javier me pone Israelites de Madneess (canción simpática de escuchar, original del jamaicano Desmond Dekker, pero cuya letra es para mí un auténtico arcano, aunque por google me informan de que éste la compuso tras ver pasar a una pareja discutiendo y oír cómo él le decía a ella eso de no puedo darte más, me paso el día slaving for bread).