Sunday, October 12, 2008

Desconfianza interbancaria, desconfianza interpersonal

Realmente mi percepción perspicaz se agota en el título de este post, pero a lo mejor he de explicarme algo más.

Dicen quienes dicen saber que la crisis en que vivimos (¿crisis?, ¿qué crisis?) se sostiene y no se resuelve porque los bancos no se fían entre sí. Y fiar aquí tiene ambos significados, que no confían unos en otros y por eso no se prestan al fiado.

Y esto me ha hecho recordar que llevamos ya muchos años constatando la deslealtad personal y la deshonra generalizada que se venía extendiendo, hasta dominar, por doquier: hasta hacer que el cándido fuera tenido por idiota o recomendar a quien quisiera lealtad que se comprara un perro.

Tengo no poca fama de deslenguado y agresivo, pero con insistente reiteración me encuentro que incluso los desconocidos acaban acurrucándose a mi vera cuando les vienen mal dadas, pues que no encuentran más cobijo, al ser éste rareza tan maravillosa como algunas otras que deslumbraban a Sancho Panza.

Vamos, que hace mucho que el hombre se desliza por la cuesta del cientifismo, esto es, de la crueldad que nace de la irresponsabilidad, con pendientes crecientemente empinadas al venir marcadas por la inmediatez y lo efímero más rabiosos: como ya no hay pecados, pues que no hay Dios, solo nos quedan los días, y éstos, como los viejos vamos sabiendo, vuelan más que corren y desaparecen a ojos vista.

Y, claro, la conclusión a la que llegan las mentes (y los cuerpos) así ofuscados, y educados en la vagancia y la exigencia más que en el esfuerzo y la generosidad no puede ser otra: ¡sálvese quien pueda! Con ello queda arrumbado el viejo (facha o machista, dirían los progres al uso) !mujeres y niños primero!, y, por supuesto, se olvida aquello de que el capitán debe ser el último en abandonar el barco o lo otro de que hay que predicar con el ejemplo.

Cuando se empiezan a adoptar estas actitudes suelen parecer modernas, iluminadas, liberadoras, gratificantes, excitantes... Con el tiempo todos notamos cómo poco a poco la cosa parece ir degenerando, hasta resultar un tanto incómoda, pero lo cierto es que la abulia social hace que se vaya dejando hacer, laissez passer, hasta que la metástasis está tan extendida que todos gritamos desaforados eso de ¡maricón el último!

Cuando ni esto funciona, pues lo cierto es que no hay adonde huir ni buscar refugio, solo queda cortar a diestro y siniestro con la esperanza de que al menos pueda salvarse un tocón del que algo pueda renacer después de la quema (por no decir después el Infierno).

Tras años descendiendo despendolados por esa cuesta de la desconfianza y el deshonor personales era casi ineludible que esos comportamientos dominaran los bancos, ya sin dueño (salvo los de los Botín, y por eso les va mejor) y en manos de meros gestores,(éstos criados, educados y deformados en el jolgorio del despendole), que, claro es, no podían dejar de pagar las consecuencias de los muchos años en que sus empleados (y los papás y mamás de sus empleados... y sus clientes, y los papás y mamás de sus clientes) han vivido sin temor de Dios.

Dicho sea lo anterior, como lo ha sido, por un hombre sin fe, por un hombre a oscuras, que probablemente se expresa con oscuridad (no querida, desde luego), pero que desearía ser bien interpretado antes que mal comprendido.

P.D. Otro día, cuando reúna ganas, intentaré expresar mi mayor temor en estos días: que el socialismo aproveche la ocasión para volvernos al gulag (quiero decir, claro está, volvernos a mayor velocidad, más bruscamente, que hacia esa dirección hace ya mucho que apuntan y nos empujan). Para nuestra desgracia, les veo incluso paladeando la ocasión.

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