Saturday, May 31, 2008

Restaurantes

Hace tiempo que la pereza (luchar contra el mundo acaba generando pereza) me ha podido y he dejado de apuntar alguna de las buenas noticias culinarias vividas en Madrid en los últimos tiempos.

La primera es el minúsculo, solo en tamaño, Edulis, entre la calle de La menta, hoy Víctor Andrés Balaunde, e Infanta María Teresa, casi al final de Serrano. Si sois unos cuantos, doce o catorce, lo cerráis para vosotros. Los dueños, dos, uno está en la cocina y el otro os atiende en la sala. Da medias raciones, y así podéis probar más cosas y ahorrar un poco. La carta es breve, buenísima y a precio razonable. Cocina con aires modernos pero sabores básicos. Muy, muy recomendable, como los otros dos de los que ahora hablamos. Nos llevó el inquieto J Vidal, siempre a la última, aunque sigue a José Tomás, que a mí me parece un venado, y de quien Victorino dice que se arrima pero no torea. Y en eso ha liado también a la guapa Cristina, que comió con nosotros. El culpable de todo, sin embargo, es Alfredo; seguro, que el Rambla es un clásico de los de verdad, y eso del toro le pega. A Lili, también guapa y con buen saque, y ya experta en eso del comer, le encantó comer aquí, por más que ahora dice no querer tentaciones, que se quiere más flaca. A la sinigual Susan, también. Javier también nos indicó la existencia, al lado de casa, del siguiente restaurante de esta lista.

Vía Vélez tiene barra arriba, donde puedes picar casi lo mismo que en el restaurante, pero más barato. El comedor, no muy grande, aunque algo más que el de Edulis, está en las catacumbas... pero eso es lo peor que tiene. Lo mejor una carta de vinos muy buena y una comida clásica pero modernizada espléndida. La carta también es corta pero no te puedes equivocar: todo es excelente. 50-60€ tienen la culpa. Susan y yo disfrutamos de lo lindo acompañados de las agudas y guapas Larri y Susiq, nacidas, como Susan, en la opresión pero ejemplo de la vuelta que han dado las cosas (yo, que no estaba seguro de que tal estado de cosas, la opresión de la mujer, hubiera existido nunca, me convencí de lo contrario, al menos en el nuevo mundo de oficinistas de mediados de los 60, al ver la magnífica serie Mad Men).

Pegado a la plaza de Olavide, esa en la que un día hubo un mercado modernista muy guay, y donde había, y a lo mejor sigue habiendo, zapaterías de alpargatas, encuentras este Villa de Foz, al que tienes que llamar a la puerta para entrar, con dos salones, ambos pequeños; el del fondo, al que llegas pasando por la cocina, es más recomendable. Fui con Niti a invitación de Luis Picazo, buen arquitecto, que decidió comunicarnos con una buena comida que no podía cumplir sus compromisos (a él eso le cuesta una pasta, a nosotros un problema). Aquí la cocina es, si cabe, un poco más clásica que en los otros dos, aunque no mucho más, pues sería imposible. Su carta también es cortísima y excelente. Sus vinos, licores y postres magníficos. Luis se pidió un D4, así que supongo que su cava de puros tampoco debe ser mala. El arroz con carabineros y todo lo demás también estuvo fenomenal. Como en los clásicos, en el salón del fondo puedes acabar echando unas manitas mientras haces tertulia. Y... no creo que Javier conozca este restaurante. Aquí le dejo noticia para que en su día pueda decirme lo contrario.

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