Friday, February 16, 2007

la paz incomprendida

a las reuniones del gobierno de españa con los etarrillas y sus jefes, zp y su grey las llaman, y a lo mejor incluso las tienen por, proceso de paz.
los etarrillas y sus jefes se relamen cuando les ven tan atontados y, claro está, les siguen la corriente... acaso podrían pedir más? no, claro, ni en sus más alocadas fantasías.
olvidando a los interesados separatistas, y presumiendo bondad en las intenciones zetapeístas, estoy convencido de que han perdido de tal manera el respeto por el significado de las palabras y la condición humana que son incapaces de entender lo que es la paz y, sobre todo, cómo se alcanza.
soy de los que creen que efectivamente españa está en guerra con los separatistas, o estos con españa, que tanto monta, monta tanto. y lo creo porque, como recuerda pipes, la guerra no es, clausewitz dixit, sino el uso de la violencia para compeler al enemigo a hacer la voluntad de uno.
y, por tanto, desde esa perspectiva no me parece incorrecto hablar de proceso de paz.
pero lo que aquí me interesa es centrarme en el concepto mismo de paz, o, más bien, en cómo se alcanza la paz, en cómo llegan los humanos a la paz.
algunos creen, y esa parece la línea de los zetapeístas, que la paz se negocia dando y renunciando cosas las partes, como si todas las partes tuvieran posiciones legítimamente respetables que han de ser atendidas, no solo para salvar la cara ante las audiencias respectivas, pero también para eso; y que si se atienden se culminará la paz.
no me queda sino discrepar radicalmente. a la paz se llega solo porque una de las partes ha derrotado a la otra que abandona sus expectativas. no hay otra forma de llegar a la paz. no hay pacto de paz sin derrota previa de uno de los beligerantes, sin que uno abandone sus aspiraciones.
y en el caso de los separatistas representados por los etarrillas ni siquiera así... porque ellos ejecutan una guerra diseminada de guerrillas... y, además, lo hacen vicariamente: el que pone la piedra esconde la mano, al menos la esconde un poco, que cada vez menos.
esto es, la paz habrá de alcanzarse con los mandantes, no con los mandados y mandatarios. y habrá de alcanzarse doblegando su voluntad pues si no solo habrá, en el mejor de los casos, un espejismo de paz encubridor de una tregua táctica para reavituallarse y reforzarse, para coger resuello, para preparar más guerra en mejores condiciones... hasta alcanzar la victoria total, hasta imponer al enemigo todas y cada una de las pretensiones propias.
y, así, sin vencer a los mandantes, será imposible la paz. y mandantes aquí hay de dos clases, no concurrentes salvo circunstancialmente: una, los inmediatos, formada por los separatistas que hay en españa, vascos y catalanes a la cabeza; otra, los mediatos, o cizañeros de más allá de los pirineos que enredan sin cesar alimentándolos, a los separatistas de cualquier pelo, para tenernos a los españoles bien distraidos en el interior y con un gasto añadido y superflúo que grava descaradamente nuestra competitividad exterior. por algo descalifica, queriendo ofender, la conquista de américa el chocho chirac.
derrotar a los mandados, y aún más, derrotar a los mandantes requiere no equivocarse de enemigos ni torcer el objetivo. y en eso no estamos con zp y sus bandadas de ayudantes, de uno y otro pelo, de mucho pelo.
pero en cualquier caso, lo esencial es tener claro que no puede haber paz sin derrota. derrota que lleve al enemigo al abandono de sus pretensiones. no hay paz en la que todos ganen. no way, josé!
en el caso español, eso pasa, además y en todo caso, por no olvidar que la guerra no es con unos etarrillas separatistas, que la guerra es con unos políticos separatistas, claro está.
así lo expone con claridad daniel pipes, director del middle east forum y distinguido profesor visitante de la pepperdine university, cuando, en su reciente comparecencia del 14 de febrero ante el us house committee on foreign affairs, subcommittee on middle east and south asia, para hablar de los next steps in the israeli-palestinian peace process, y al referirse a "lo que algunos llaman 'proceso de paz'" y, en concreto, al "error de yitzhak rabin" en los acuerdos de oslo de 1993 entre israel y palestina y a las frustraciones que su desarrollo ha traído luego, dice:
"Why did things go so badly wrong? Where lay the flaws in so promising an agreement?
Of its multiple errors, the ultimate mistake lay in Yitzhak Rabin’s misunderstanding of how war ends, as revealed by his catch-phrase, “one does not make peace with one's friends. One makes peace with one's enemy.” The Israeli prime minister implied that war is concluded through a mix of goodwill, conciliation, concessions, mediation, flexibility, restraint, generosity, and compromise, all topped off with signatures on official documents. In this spirit, his government initiated an array of concessions, hoping that Palestinians would reciprocate.
They did not. Those concessions, in fact, made matters worse. Still in war mode, Palestinians understood Israeli efforts to “make peace” as signals of demoralization and weakness. The concessions reduced Palestinian awe of the country, made it appear vulnerable, and incited irredentist dreams of its annihilation. Each Oslo-negotiated gesture by Israel further exhilarated, radicalized, and mobilized the Palestinian body politic. The quiet hope of 1993 to eliminate Israel gained traction, becoming a deafening demand by 2000. Venomous speech and violent actions soared. Polls and votes suggest a mere 20 percent of the Palestinian population today accepts Israel’s simple right to exist.
Rabin made a shattering mistake, which his successors repeated. One does not “make peace with one’s enemy” but with one’s former enemy. Peace nearly always requires one side in a conflict to give up its goals by being defeated. Rather than vainly trying to close down a war through goodwill, the way to end a war is by winning it.
“War is an act of violence to compel the enemy to fulfill our will,” wrote the Prussian strategist Karl von Clausewitz in 1832, and technological advancement has not altered this insight. So long as both sides hope to achieve their war ambitions, fighting either continues or potentially can resume. Victory consists of imposing one’s will on the enemy by compelling him to give up his war goals. Wars usually end when one side gives up its hope of winning, when its will to fight has been crushed.
Defeat, one might think, usually follows on a devastating battlefield loss, as was the case of the Axis in 1945. But that has rarely occurred during the past sixty years. Battlefield losses by the Arab states to Israel in 1948-82, by North Korea in 1953, by Saddam Hussein in 1991, and by Iraqi Sunnis in 2003 did not translate into despair and giving up. Morale and will have consistently matter more. Despite out-manning and out-gunning their foes, the French gave up in Algeria, the Americans in Vietnam, and the Soviets in Afghanistan. The Cold War ended, notably, without a fatality. Crushing the enemy’s will to fight, then, does not necessarily mean crushing the enemy."
pd el grafismo de arriba: al.lá el perdurable.

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